La pena por parricidio en Roma, a principios de nuestra era, era la muerte, pero no de una forma muy normal sino que, según varios autores como Plauto, eran introducidos en un saco de cuero cosido después de ser apaleados. Además iban calzados con unos zuecos de madera para impedir su huida, y para agravar la pena se les solía introducir en el saco diferentes animales como una mona, un perro, un gallo y una serpiente. Se les producía la muerte por ahogo con la creencia de que el agua tenía una cualidad purificadora, además de que al homicida había que privarle de sepultura.
Vamos que no se andaban con muchas bromas..
Fuente Revista de estudios histórico-jurídicos
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